domingo, 31 de mayo de 2009

La novena opción en campaña

Augusto Chacón

Para Francisco Ramírez Acuña y David Gómez Álvarez una iniciativa que se valga del voto (nulo) para hacer una protesta social, es inútil y cobarde; tal vez a sus ojos la iniciativa pierde mérito porque no surgió de las entrañas del sistema político que ellos y nomás ellos pueden representar. Si los Flores Magón o Madero se hubieran atenido a las reglas que los acomedidos del sistema político imperante dictaban… o si los estudiantes y los obreros en el mítico 68… o si los rebeldes neo-zapatistas del 94… o si el perseguido partido comunista de antaño… Ninguno de los dos tendría hoy el puesto que tienen.

Siempre que uno confronta hechos históricos que ya resistieron la prueba del tiempo con los que atestiguamos hoy, corre el riesgo de que cualquiera deshaga el argumento con el expediente clásico: ¡pero no vas a comparar a los Flores Magón con los que integran el movimiento Anulo mi Voto! Tampoco equipararé al candidato a diputado federal Ramírez Acuña o al presidente del Instituto Electoral de Jalisco, Gómez Álvarez, con Porfirio Díaz, con Gustavo Díaz Ordaz o Carlos Salinas, ni siquiera con Fernando Gutiérrez Barrios. Pero podemos valernos de ejemplos más cercanos, menos grandilocuentes: la protesta, desarticulada, de miles contra el placazo gozó también del repudio oficial, pero detuvo el abuso; la expresión de malestar que provocó la limosna gubernamental para el santuario de los mártires mereció insultos y menosprecio del funcionario mejor pagado del estado, pero llevó a la Iglesia católica a regresar el dinero. ¿No podrá una anulación masiva de votos pasar el mensaje, a los partidos, a los políticos, de que los gobernados no están contentos, con muchas cosas?

Según David Gómez Álvarez no: “nos parece que es importantísimo que la opinión pública sepa que el voto nulo es falaz, porque no está ofreciendo una opción distinta a la ya existente y sólo está minando el apoyo popular a la legitimidad, a las instituciones democráticas”. Pero entonces ¿cómo aparecerá una opción distinta a la ya existente, sin minar la legitimidad y las instituciones, democráticas o no? Está claro que de los partidos no: la más reciente reforma electoral pretendió atender preocupaciones ciudadanas como el subsidio tan alto que aquéllos recibían y terminó siendo mayor, les damos más dinero y más en especie: el espacio del que se valen para promocionarse en los medios electrónicos; sin contar que para buscar que nadie sino ellos pueda hablar mal de ellos, nos quitaron una porción de libertad de expresión. Pero tampoco aparecerá o podrá ser articulada a través del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana que preside Gómez Álvarez, los dichos de éste se vuelven evidencia abrumadora: no están dispuestos a recibir ningún recado que no esté estrictamente enunciado en el marco legal actual, que nomás ellos interpretan. ¿Qué resta? Eso: tratar de minar la legitimidad, obligarlos a mirar, a oír, a dialogar, porque hay una crisis política profunda que se niegan a reconocer.

Francisco Ramírez Acuña “llamó ayer ‘grupúsculo’ a los integrantes de Anulo mi Voto y calificó de ‘cobardía’ la campaña contra el sufragio.” (Así lo consignó Público el 23 de mayo). Qué curioso, su indirecto apelar a la valentía para combatir el voto nulo se vuelve un llamado irresistible para practicarlo: ¿cómo no recordar su obra pública cara, deficiente y sin terminar; su validación del tolete, vía anal, como instrumento de justicia; la prisión y tortura de inculpados (28 de mayo de 2004)?

¿Es ilegal promover el voto nulo? No. ¿Es ilegal que una autoridad inhiba una iniciativa ciudadana que no está sancionada por la ley? Sí. ¿Entonces porque la reacción tan adversa e irreflexiva? Quizá porque es más sencillo interpretar los sufragios emitidos a favor de un partido como lo han estado haciendo: el votante desea que me adueñe del presupuesto y las prebendas, (no ha sucedido, y este es el problema, que interpreten: el ciudadano quiere que cumpla mis ofertas de campaña). En cambio, darle sentido a una cantidad grande de votos nulos podría ser arduo: si éstos se vuelven un porcentaje significativo de algo estará segura la clase política: no significará un cheque en blanco para disponer del erario. (A la abstención ya se habituaron). De ahí que prefieran referirse a la posibilidad de anular el voto como inutilidad y cobardía.

abenavides@milenio.com

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