jueves, 9 de julio de 2009

El Voto Nulo no es un resultado, es un comienzo

Rossana Reguillo

Sobre la base del PREP y asumiendo que viene la contabilización final y el reconteó voto por voto en muchas casillas, se pueden sacar ya algunas conclusiones interesantes sobre la geografía electoral y el voto nulo.

Mirado como se mire, los distintos movimientos que trabajaron en torno a la anulación del voto y que lograron confluir en la primera asamblea nacional del 30 de junio en la Ciudad de México, resultó un éxito, tanto cuantitativo como especialmente cualitativo. Sin recursos, con el tiempo encima, con una campaña negra de detracción sobre sus orígenes e intenciones, no resultó fácil impulsar un proyecto que sustentado en el activismo ciudadano, principalmente juvenil y cibernético, logró un nada desestimable (y aún indefinido 5. 39% de intención de voto a nivel nacional, falta el cómputo final).

De los 34 126, 794 ciudadanos que votaron en el país, 1 839, 971, lo hicieron por la opción “Nulo”, muy por encima del número de votantes del PSD (353, 261 mil) y de las ahora llamadas coaliciones, como PRI/Verde (142, 874) y PT/Convergencia (82, 207); encima de las opciones más o menos ya consolidadas como Nueva Alianza o Panal (1 664, 999 mil); PT (1 216, 237) y, Convergencia (808, 674 mil votantes). Muy cerca pero abajo (lamentablemente) del Partido Verde de la Muerte (que se hace con 2 219 861 votantes). Y muy lejos de las opciones esclerotizadas y tradicionales del sistema político mexicano: PRI (12 520 418 mil votantes), PAN (9 549, 798) y PRD (4 164 393). Opto por los números y no por los porcentajes en el intento de darle rostro humano, contenido carnal y emotivo a la emisión de estos votos.

Hasta aquí, varias cuestiones pueden ser planteadas. Una primera hipótesis es que muchos electores hicieron caso del llamado de Woldenberg y que en sus juicios optaron por la fruta menos mala. También es posible intuir que en el plano formal México se desliza por la vía de los hechos a un sistema bi-partidista, estilo los Estados Unidos que logra la coexistencia de su clase política sin generar una política verdaderamente diferenciadora, pero que sostiene el “status quo” sin demasiadas sacudidas. Que la alianza del Verde-muerte con Televisa se instaló en la “zona de confort” de la sobrevivencia de su registro y su negocio, mala señal pero acorde a las culturas políticas nacionales que están atadas a los espacios mediáticos televisivos. Y en esa misma tónica, el voto nulo, me parece, por los datos que tenemos hasta hoy, no será capaz de tumbarle el registro a la Maestra, pese a que en números absolutos somos más fuertes que ella. Las coaliciones no me interesan, porque son arreglos cupulares y familistas y, la gente suele responder a los nombres de los candidatos y no a las propuestas y a las implicaciones ideológicas de su voto. Queda la incógnita del PSD, que me parece que en vez de culpar al voto nulo, debería analizar su pesada historia y hacerse cargo de lo que fue Alternativa y asumir que su plataforma no logró trascender el activismo por causas vanguardistas sin un discurso claro en torno a lo estructural. Si es la izquierda, “moderna” quedó muy atrás; no son la liberalización del aborto, las drogas o la diversidad sexual, las únicas causas “vanguardistas” de esta nación, no encontré nunca una palabra en torno a la cultura del narcotráfico, ni a la pobreza estructural y subjetiva de los jóvenes. No se puede competir y ganar con etiquetas atrapadas en la “buena onda”.
Queda entonces, el voto nulo. ¿Qué significamos los casi dos millones de mexicanos y mexicanas que optamos por anular activamente nuestro voto?, se pueden plantear múltiples lecturas, pero me interesa colocar dos hipótesis centrales. La primera es que se trata de un importante logro que consiguió convencer y articular una protesta que sabía realistamente que no podría “vencer” electoralmente (y este es un tema central) y cuya fuerza estribaba y estriba en su capacidad de mover la imaginación ciudadana hacia otras maneras de entender la política. Capitalizar la experiencia y asumir que hay que transformar al “voto nulo” en múltiples nodos ciudadanos de presión política es lo que se desprende de un nada despreciable (y repito, tentativo), 5.39, dos millones de personas, operando en esta lógica, repartidos a lo largo y ancho de la geografía nacional no es una fuerza menor. Fueron casi dos millones, organizados y acuerpados principalmente a través de la RED.
Que faltó trabajo callejero es cierto, pero ese no es un fracaso, sino un aprendizaje, que me parece que “Anulo mi Voto Jalisco”, supo identificar a tiempo, pero sin las condiciones necesarias. Esta “revolución simbólica” es un éxito.
La segunda hipótesis, que es la que más me interesa y es mucho más de índole cualitativa, en tanto no tengo datos duros para sustentarla, solo cualitativos (pero fruto de mi ya añejo músculo de observación) es que el logro principal de “anular el voto”, fue la de re-politizar a los jóvenes. En un poco más de 20 años de estudiar las culturas juveniles en Latinoamérica, no había visto un movimiento que despertara la voluntad, la imaginación y la conciencia en torno a la política y lo político de esta manera. Sé, que muchos de los anulistas estrenaron su credencial con esta opción (lo cual es triste en muchos sentidos), pero es un reservorio de posibilidades, en tanto indica, si hay oídos sensibles, que los jóvenes están hartos de la política en su forma actual, pero tienen voluntad e imaginación en torno a lo político. Ese voto nulo, es una fuerza emergente, no un resultado. Es decir, hay que sacarlo de la simplificación mediática y partidista de que “eso” fue lo que se logró. Se trata de un comienzo, de una palabra que crece y se expande, de una voluntad de imaginar el futuro y de hacerse cargo de parirlo. Por ello, los promotores más visibles del voto nulo tienen una enorme responsabilidad, la de encauzar y servir de correas de transmisión, la de convertirse en depositarios e intérpretes de esos jóvenes, no en sus gurús, no en sus guías, no en sus portavoces, sino apenas en sus intérpretes y mediadores.
Se trata de trastocar, una vez más, las lecturas convencionales. No sumarse a las lecturas tendenciosas en torno a los “resultados”, sino a la revolucionaria posibilidad de convertirnos en una fuerza ciudadana capaz de generar el espacio de intervención política que no aspira al poder, sino a la interlocución crítica y fuerte que haga posible que la clase política atamañe la estatura de su desmesurada ambición.
En un segundo ejercicio analítico, intentaré despejar las incógnitas en torno a la composición nacional del voto nulo y su increíble presencia en lugares, zonas, casillas, espacios donde no se suponía que era posible y donde hoy es una realidad, incontestable.
Por ahora, lo más importante es no perder los espacios ganados. Mantener la bandera de un optimismo crítico moderado y asumir las limitaciones y encontrar, claro, la posibilidad de conferir en la RED, buscando trascender este espacio.
Estoy convencida de que son más los logros que las limitaciones. No se vale cansarse…el país es más grande que nuestros cansancios sumados.
Hace algunos años escribí un ensayo sobre los efectos del “día después”, aludiendo al impacto que tenía en los movimientos sociales, el triunfo o fracaso de sus acciones. Decía yo, ahora lo ratifico, que el estado de euforia durante “la fiesta” no puede sostenerse mucho tiempo, porque irrumpe la vida cotidiana con sus implacables demandas. Por ello los movimientos deben aprender a funcionar a dos velocidades y a dos ritmos, sin que ello socave su voluntad, si su optimismo.
Y apelo a Fidel CANdidato, Yes we CAN

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