lunes, 27 de abril de 2009

Nuestra partidocracia crece… y se fortalece

José A. Crespo

Con la anulación del voto no se busca prescindir de los partidos para que la “sociedad civil” gobierne; se pretende transformar lo que tenemos.

Según José Woldenberg, afirmar que los partidos no se diferencian en lo sustancial, equivale a que un botánico concluya que las plantas son iguales “porque todas tienen raíz, tallo, hojas, fruto y clorofila”, al ver sólo sus similitudes en lugar de sus diferencias (Reforma, 23/IV/09). Desde luego, los partidos se distinguen entre sí, pero quizá para ciertos fines específicos no muestren una diferenciación sustancial. Utilizando la misma metáfora de Woldenberg , el botánico podría concluir que un grupo de plantas tiene diferencias definitorias de tamaño, color, forma y propiedades, pero ninguna de ellas sirve para prevenir, por ejemplo, la influenza porcina. No hay contradicción en ello. Entre nuestros partidos podemos detectar muchas diferencias, tanto programáticas como organizativas: el PRI es partido de corporaciones y el PAN lo es (o era) de ciudadanos; el PANAL nació montado en el SNTE; el PSD está a favor de la despenalización del aborto y de la mariguana; el Verde impulsa la pena de muerte; el PRD está en contra de la “privatización” del petróleo; el PAN favorece el IVA a medicinas y alimentos… En una democracia genuinamente representativa, esos debieran ser los criterios para elegir. Pero si decido orientar mi voto por interrogantes como, ¿cuál partido es más confiable; cuál es menos corrupto; cuál está más comprometido con el país; cuál toma más en cuenta a los ciudadanos; cuál es más proclive a acotar los privilegios y presupuestos partidarios; cuál ha combatido la impunidad?, entonces, probablemente mi respuesta será ninguno.

Cita también Woldenberg cierta literatura de los movimientos antipolíticos y destaca sus eventuales contradicciones y falacias: se dice que es una impostura considerar a los políticos como una clase apartada de la sociedad civil, un gremio que antepone sus intereses particulares a los colectivos, que compite entre sí pero llega a acuerdos sobre sus intereses comunes e incluso llega a intercambiar impunidades por encima de la exigencia ciudadana de rendición de cuentas. ¿Y no se da eso en México? ¿De verdad? Los datos sobre la pérdida de confianza electoral y partidista de la más reciente encuesta de Gobernación no son casuales. A esa situación se le conoce como “partidocracia”, sobre lo cual también hay literatura especializada. El politólogo español Gonzalo Fernández de la Mora la define como “aquella forma de oligarquía arbitrada, en que los partidos políticos concentran la representación y la soberanía efectiva” (La partitocracia, 1977). En italiano, el término partidocrazia alude a un estado de “enfermedad del régimen democrático”, en el cual, según José Maranini: “El parlamento como órgano soberano y unitario para la articulación entre la mayoría y la oposición, no existe más. La partidocracia es la negación de la regla de la mayoría, pues un pequeño grupo de representantes concentra, sin rendir cuentas, la representación popular” (Mitos y realidad de la democracia, 1949).

Con la anulación del voto no se busca prescindir de los partidos para que la “sociedad civil” gobierne directamente ni se trata de esperar a que nazcan nuevos partidos con una forma distinta de hacer política (esa fue en 2006 mi expectativa —hoy defraudada— respecto de Alternativa Socialdemócrata). Se pretende transformar lo que tenemos. Considero que hay medidas con las que se podría incrementar nuestro control sobre los partidos (como la reelección inmediata), permitir una participación más directa en ciertas decisiones, reducir el financiamiento y los privilegios de los partidos o despartidizar las instituciones “autónomas”. Pero los partidos son reacios a tales reformas, precisamente porque afectan su poder y prebendas. Quienes sufraguen, buscarán el cambio bajo la premisa de que algún partido en efecto lo impulsará (lo pensé respecto del PAN en 2000, dada su larga historia democrática, pero muy pronto “mostró el cobre” del que está hecho). Quienes no compartimos esa premisa, buscaremos el cambio ejerciendo una presión sobre los partidos, para orillarlos —o al menos incentivarlos— a promover las reformas.

No me propongo disuadir, a quienes tengan un partido favorito, de no votar por él. Pero creo que es mejor anular el voto que simplemente abstenerse (pasiva o activamente). Lo primero es una posibilidad considerada como legítima en varias democracias, una forma no disruptiva de protesta (nuestra legislación permite votar por un candidato no registrado, para lo cual la boleta reserva un espacio, lo que jurídicamente equivale a anular el voto, según el TEPJF). Institucional y democráticamente, ¿no es menos riesgoso el “voto en blanco” que la abstención activa? Creo, contrariamente a lo que afirma el IFE en su publicidad pro voto, que un alto nivel de participación efectiva implica validar los abusos y las arbitrariedades de los partidos en conjunto y otorgarles el visto bueno para que sigan por la misma vía. Un “voto de castigo a todos” podría, quizá —sólo quizá—, moverlos a hacer reformas para compartir algo de poder con sus representados. Eso, si no quieren quedarse hablando solos o abrir la puerta a los “políticos antipolíticos” de los que habla Pepe.

Votar por el partido “menos malo” equivale —como dice un lector— a comprar la fruta menos podrida del mostrador, en vez de simplemente no llevar ninguna ese día (y, de paso, presionar así al vendedor a que, en adelante, ofrezca fruta fresca o, al menos, digerible). Es sintomático que, en conversaciones con amigos y colegas que me exhortan a votar, cuando los insto a decir cuál es, según ellos, el partido adecuado o el menos malo, y cuáles las razones para sufragar por él, recibo como respuesta un elocuente silencio. Quizá teman morderse la lengua. ¿Por qué opción —y a partir de cuáles de sus peculiaridades y virtudes— nos sugeriría Woldenberg sufragar? Igual nos convence.

Votar por el partido “menos malo” equivale a comprar la fruta menos podrida del mostrador.

domingo, 19 de abril de 2009

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

ANULO MI VOTO

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

¿Por qué ANULO MI VOTO?

1. Invitamos a anular nuestro voto como forma de protesta.

2. Para lograr que más votantes indecisos y abstencionistas acudan a ejercer su derecho de no votar por ningún candidato o partido.

¿Qué luego de las elecciones?

1. Gane quien gane, lo hará en un sistema electoral hecho por y para los políticos partidistas.

2. Seguir trabajando desde la organización ciudadana para hacer que cada vez más personas asuman su condición de Ciudadanos.

3. Porque creemos que es momento de empezar a construir un nuevo contrato social que deposite en los ciudadanos la soberanía basada en mecanismos efectivos de control social sobre Lo Público. La democracia representativa en que vivimos ya no funciona y a los ciudadanos nos corresponde hacerla participativa y deliberativa.

Invitamos a indecisos y abstencionistas a deliberar. Somos un grupo de ciudadanos ajenos a partidos políticos y candidatos. Actuamos por voluntad propia y nos hemos activado preocupados por la descomposición de las condiciones de armonía, prosperidad y sustentabilidad de nuestro país, estado y ciudad. Sabemos que nuestra propuesta puede ser interpretada como la manipulación de políticos partidistas. Sólo el tiempo nos permitirá mostrar que actuamos con el único patrocinio de nuestro tiempo y herramientas de trabajo mientras trabajamos para ganarnos la vida, como millones de mexicanos.

sábado, 4 de abril de 2009

ANULO MI VOTO

El próximo 5 de Julio se llevarán a cabo elecciones en Jalisco. A nivel federal elegiremos diputados, a nivel estatal diputados locales y a nivel municipal, alcaldes y regidores. Ante este escenario los ciudadanos tenemos 3 opciones:

1. Votar por algún partido político.
2. Anular el voto.
3. No votar.

¿POR QUÉ INVITAMOS A ANULAR INTENCIONALMENTE EL VOTO?

• Porque una elección que debería ser trascendental para la vida pública del Estado, es en realidad un circo grotesco de políticos partidistas, peleando por posiciones de poder y control del dinero y decisiones públicas. Estos partidos ya no tienen la capacidad de conducirnos hacia una democracia de calidad.
• Porque el voto nulo en México no tiene ningún valor jurídico y queremos darle significado político.
• Porque es tarea vital que los ciudadanos comprendamos que el dinero y decisiones que los políticos manejan de manera deshonesta e ineficaz son nuestros.

Sabemos que la anulación de votos no cambiará nada el 5 de julio, ya que en nuestra inservible ley electoral (creada por los corruptos diputados locales y federales provenientes de todos los partidos políticos), aunque vote sólo el 10% del padrón habrá ganadores. Esto es un signo más del cáncer democrático del país. Sin embargo, nos proponemos ejercer nuestro derecho de votar rechazando a todas las opciones partidistas y candidatos.

Creemos que tomar partido y votar por la oposición supone (en el mejor de los casos) entregar el mandato a una opción política seguramente igual de incapaz y probablemente igual de corrupta (dada la falta de condiciones para actuar de manera diferente) lo que ha demostrado la paupérrima oposición en Jalisco y el ejercicio de gobiernos y congresos de tercera en otros estados y municipios de la República. Los datos de confianza institucional demuestran el descrédito generalizado de la ciudadanía hacia los partidos políticos.

Consideramos que tiene mayor valor político anularlos a todos que participar en una competencia entre incompetentes. Haciendo una analogía, votar por un partido en nuestro país es elegir entre padecer cáncer o hepatitis C, o morir en la horca o por inyección letal; es aceptar la condena de vivir secuestrados por los partidos.

Con el abstencionismo tenemos un denominador común. TODAS LAS OPCIONES PARTIDISTAS nos parecen inaceptables. La abstención es a todas luces comprensible, pero en definitiva no la compartimos debido a las vidas que costó ganar el voto universal. Tratamos de pensar en perspectiva y creemos que abstencionistas y anulistas (quienes proponemos anular intencionalmente) somos una abrumadora mayoría. La abstención tiene el riesgo de ser interpretada como apatía por los políticos y fortalece su creencia de que hagan lo que hagan, no habrá consecuencias. Sabemos que el abstencionismo no necesariamente significa apatía, es también una postura política fundada en la evidencia de que votar no sirve de nada.

Tratamos de acelerar el proceso de construcción democrática del país que nos parece impostergable y en donde más tarde o temprano necesitaremos votar. No existe ninguna democracia sin sufragio universal, referéndum, plebiscito, revocación de mandato, así como mecanismos permanentes de control social sobre Lo Público. Levantarnos a anular nuestro voto nos convierte en ciudadanos ejerciendo el derecho de rechazar la nulidad de los partidos y sentar las bases para construir una mejor democracia. El Instituto Federal Electoral y el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del estado de Jalisco, tienen la obligación de explicar al votante que además de tener el derecho de elegir a un partido específico tiene también el derecho de no votar por ninguno.

PARA POLITICOS NULOS VOTOS NULOS

Étienne von Bertrab, Gladys Martínez Fombona, Jaime Meade Altamirano, Carlos Páez Agraz, Jesús Carlos Soto Morfín, Margarita Sierra,

Queremos escuchar sus voces.
Contrastemos argumentos y aprendamos a ser Ciudadanos.